La muñeca
Cuando tenía 5 años mis papás me compraron una muñeca hermosa, era del tamaño de un bebé. Su cara era preciosa, pecas rosadas, ojos verdes, boca pequeña y sonriente. Tenía el cabello rojo muy rizado y nunca le cambie el bonito vestido azul con holanes blancos y flores que traía de fábrica.
Me
encantaba presumirla, era mi muñeca favorita. Siempre que mis amiguitas iban a
jugar a mi casa yo elegía aquella muñeca de entre todas las que tenía.
Siempre,
hasta esa noche...
A la mitad
de la madrugada me despertó la sed, aún un poco soñolienta me levante
y fui directo a la cocina por un vaso de agua, al regresar a mi cuarto la
vi allí, inmóvil al final de la repisa, mirándome como si me vigilara, con
esa sonrisa discreta. La sangre se me heló.
Al día
siguiente era como si mi sexto sentido apenas desarrollado se hubiera activado
a modo de defensa. Desperté con una sensación extraña, algo que en mi
inocente mundo no había experimentado nunca y lo único que llamaba mi
atención era la muñeca.
Yo sabía
que lo que sentí era provocado por ella.
Regresando
de la escuela moví de lugar a la muñeca, poniéndola al final de la
repisa, lo más alejada de mí. Aunque mi inocente esfuerzo fue en vano, pues un
miedo… no, un terror surgió al tocarla. Era como si algo me dijera:
¡Corre!
Recuerdo
tan vívidamente el terror que sentí, un espanto que te llega hasta la médula.
Ese pánico que en la infancia te hace esconderte sin sentido debajo de las
sabanas, el único escudo que tienes a los 5 años.
Lo que está
claro es que después de ese momento jamás quise volver a tocarla. Sufrí de
insomnio durante una semana. Cuando lograba conciliar el sueño en medio de las
noches me despertaba agitada y enseguida corría a la habitación
de mis papás, golpeaba a su puerta, llorando, espantadísima por aquella
presencia extraña que yacía en la repisa y sin saber explicar lo
que sentía.
Mi madre
al principio de dichos episodios de terror creyó que eran pesadillas, me
acompañaba a mi cuarto y me arropaba para que volviera a dormir.
Hasta que
un día la maestra del kínder habló con ella. Recuerdo que le dijo que yo
me quedaba dormida en las clases y le recomendó hacerme dormir
temprano a partir de esa noche.
Mi mamá
naturalmente siguió los consejos de la profesora y me llevo a la cama
temprano.
Cómo ya
era costumbre, me desperté a la mitad de la noche.
Totalmente consciente sentí algo que
me hizo levantarme. Era como si la que caminará no fuera yo, sino
otra persona. Mis fuerzas estaban totalmente fuera de proporción pues mientras
mis piernas se movían con firmeza y me hacían caminar,
el resto de mi cuerpo estaba en un estado de completa relajación, virado
en dirección al suelo.
Esa noche
fue mi hermano mayor quien me sorprendió parada en medio del
obscuro pasillo que daba hacia el comedor.
Me
preguntó que hacia fuera de la cama, yo no pude contestarle, mi boca no era mía
en ese instante. Entonces el me toco la cabeza y en ese momento todo el efecto
involuntario que estaba sintiendo se rompió. Volví a tener
el control de mi propio cuerpo. Le conté que no sabía nada de lo que acababa de
pasar. Mentí.
Cuando me
acompaño a mi cuarto, la vi. La muñeca estaba viéndome fijamente. El
terror volvió a mí y comencé a llorar, la cabeza
me dolió como si algo muy pesado me hubiera golpeado, mi hermano me
miro preocupado, trato de calmar mi llanto, y lo único que se
me ocurrió fue pedirle que sacara a la muñeca del cuarto, que se la
llevará, que me daba miedo estar cerca de ella. Me miro con incredulidad, pero
me hizo caso, puso a la muñeca en una caja y se la llevo.
A la
mañana siguiente, al preguntarle a mi hermano en donde había quedado la caja
con la muñeca el contesto que se la había llevado el camión de la basura.
Jamás la
volví a ver.
Nunca le
contamos a mis papás sobre ese episodio, sin embargo hasta la fecha sigo
sintiendo esa presencia, e incluso ahora, sigo sintiendo como si fuera otra
persona quien escribe esto.
Memorias que se impregnan en nuestra mente. Presencias que nos acompañan. Tú decides si las quieres contigo. La muñeca ya no está, el sentimiento de miedo lo puedes tirar a la basura también.
ReplyDeleteEl miedo nos hace humanos.
Delete